viernes, 2 de enero de 2009

Mi primo favorito.


La primera vez que te ví vivías en Magdalena, detrás del manicomio. Una casa rodeada por unas rejas de madera blanca, al menos es lo que creo recordar. Aquella vez fuiste excepcionalmente ágil al mostrarme como podías saltar junto con tu hermana desde la planta alta del camarote hacia abajo, tarea imposible para mí pues juzgaba el esfuerzo peligroso aunque deliciosamente tentador, pese a ello, nunca me atreví.


Todos se admiraban de nuestro parecido físico. Era sin duda un tema inevitable en toda conversación familiar, mas aún cuando ambos estábamos presentes. Mas de una vez recibiste incluso una llamada de atención por una travesura mía. Creo que el parecido físico fué un lazo más, tal vez el menos importante en nuestra relación. Desde que tuve uso de razón ambos nos admirábamos, ambos necesitábamos estar juntos para hacer los juegos más divertidos, ambos disfrutábamos el triple si la travesura era urdida a escondidas y alimentada por desatadas y escandalosas risotadas tratadas infructuosamente de ocultar con nuestras pequeñas manos.


Una de las cosas que mas disfrutábamos era "sembrar" mi cuarto de trampas. Procurábamos ser discretos a pesar de las risas nerviosas y terminábamos dejando la puerta entreabierta soportando encima dos o tres zapatos que serían el justo castigo para el desafortunado invasor.


Una vez que los proyectiles impactaran en el intruso la venganza ante la violación de nuestro espacio estaría consumada, coronada por estridentes risas y exaltada por saltos y gestos de victoria cual danza que no tendría nada que envidiar a cualquier intento apache por hacer caer agua del cielo.


Recuerdo los adoquines de Flavor-Aid con sabor a frambuesa que disfrutábamos de noche, 3 0 4 hielos en una taza, a destrozarlos con una cucharita (agujereando el centro de cada hielo y consumiendo con avidez el raspado resultante), luego a dormir previa conversación resumiendo las anécdotas del día y haciendo planes para el día siguiente, adormecidos bajo la suave música de RBC.... " por amor, es fácil abrazar a tu enemigo sonriéndole" rezaba una popular canción de Jose Luis Perales seguida de otra que lamentaba "ay, amor de hombre que estas haciéndome llorar una vez más" de Mocedades, todas ellas repetidas a diario y disfrutadas por todos en casa.


Una de las actividades mas frecuentes que teníamos era formar a los soldados cuales tropas enfrentadas cuidando de mantener una distancia aproximada de dos metros. Terminadas las formaciones, empezábamos por turnos a embestirlos con una canica grande. A medida que el expertiz se apoderó de nosotros, comenzamos a situar a los soldados de perfil (para dificultar el blanco), defensa de vanguardia solo superada por tu astuta maniobra de insertar el piso de cada soldado dentro de los zócalos que flanqueaban nuestra tropas, maniobra casi disuasiva pues era prácticamente imposible tumbar un soldado literalmente pegado a la estructura de la casa.


Pero como la creatividad es casi patrimonio exclusivo de los niños a una gran defensa un gran ataque, reemplazamos la canica por una pila "National" de tamaño grande, proyectil capaz de extirpar a los soldados del piso que les posibilitaba mantenerse en pie, tamaño ataque sí era capaz de saciar nuestro apetito de ver volar literalmente al enemigo, ahora sí el juego se tornaba interesante a pesar del riesgo que implicaba recibir un "pilazo" y la pena de saber que los soldados caídos quedaban muchas veces mutilados e inservibles para participar en un juego posterior.


Terminadas las clases, a fin de año, no hallaba las horas de que llegaras a casa a ofrecerme tus vacaciones, yo siempre estaría allí querido primo, preparando alguna trampa nueva ó atesorando en secreto algunos sobrecitos de nuestro apreciado Flavor-Aid.