domingo, 24 de agosto de 2008

No jodas pues hijito.


Siempre me apasionó la vida de los animales. Desde mis primeros años fuí seducido por la singular fiereza con que ellos defendían su comida y territorio. Era tanto mi afán por descifrar que animal, independientemente de su clase o raza era el más fuerte que de manera constante atormentaba a quien para mí era portador de todas las respuestas a mis incógnitas por absurdas que estas fueran.

Solía acercarme extasiado con una nueva interrogante , me recostaba al lado de él que por lo regular ocupaba sus domingos por la tarde leyendo el periódico ó algún libro de historia. Exaltado y de rodillas en la cama, con los ojos bien abiertos y brillosos lanzaba la pregunta que me obsesionaba la misma que era respondida al inicio con paciencia de buda.

Si pelean un tiburón con un gorila, ¿ quien crees tú que ganaría ?.

Mi padre respondía sin levantar siquiera una ceja y , menos aún retirar la vista del motivo de su lectura:

- El Gorila.
- Mmm... ¿estas seguro ?

Esta re-pregunta haría sin duda que mi padre, supongo, tuviera que visualizar mentalmente la confrontación pues deduciría, supongo también, que yo había captado el poco interés brindado a mi primera inquietud por lo que solo le quedaba sustentar sin mucho entusiasmo su primera afirmación sentenciando algo así como:

- "Es que el gorila tiene brazos fuertes y podría levantar al tiburón, aventarlo a algún sitio y lastimarlo"
- Oh, sí. Es cierto, pensaba ensimismado imaginando al poderoso gorila vencedor cuando de pronto surgía en mí otra pregunta que juzgaba mas interesante aún y que de seguro solo él podía absolver.

- ¿Y tú que crees que sucedería si pelean un cocodrilo y un oso ?

Mi padre algo contrariado pero sin que por ello enfocara su atención en mí respondía casi de inmediato:

- El cocodrilo hijo.

Mi imaginación volaba, podía ver al cocodrilo engullendo las vísceras del oso como solo ellos saben hacerlo, movimientos de mandíbula laterales y muy fuertes hasta que de pronto reparaba en que una respuesta tan rápida no habría podido ser lo suficientemente analizada.

- ¿Estas seguro?
- SI.

Esta era su excepcionalmente rápida, lacónica y enfática respuesta con la que yo sobreentendía que él no necesitaba mas de dos segundos para analizar las preguntas que yo le formulaba cualquiera que sea la naturaleza de estas.

Y es que mi padre tenía la habilidad de hacer dos cosas al mismo tiempo. Devoraba libros y noticias a la vez que respondía las inquietudes que perturbaban mi afiebrado deseo de saberlo todo.

- Y dime papá, si un oso polar se enfrentara con un rinoceronte...¿quién saldría ganador?

- ES IMPOSIBLE HIJO - respondía esto otorgándome el honor de una breve mirada de lado que sugería que ya era demasiado para él y que la distracción de su lectura estaba consiguiendo perturbarlo.
- No pues, imagínalo, solo imagínalo.
-ESO NUNCA VA A PASAR respondía él mas seguro que nunca y otorgándome esta vez el 200% de su atención , mirada fija y cejas fruncidas de por medio.

Conseguido mi objetivo de captar toda su atención embestía nuevamente:

- TU solo imagínalo papá.
- NO JODAS PUES HIJITO era la frase con que esta y en cada ocasión en que llegaba a impacientarlo daba fin a este balotario de preguntas con las que lo atormentaba cada apacible domingo en que compartíamos la tarde en casa, frase que concluía el ciclo y no admitía re-preguntas o cuestionamientos adicionales dado que para ese momento el periódico y el libro quedaban al margen de su interés al mismo tiempo que yo emprendía alguna otra actividad con el entusiasmo que solo un niño de 6 años puede tener.



martes, 19 de agosto de 2008

No me sueltes nunca.


Traté de elaborar este blog autobiográfico en estricto orden cronológico pero siento que debo regresar al primer recuerdo que guardo en mi memoria. Y es que no sería correcto dejar de registrar en esta autoencomendada y agradable recopilación de anécdotas aquella que marcó mis primeros años de vida, remembranza que muy probablemente evoque nuevamente al momento de partir, sabe Dios adonde y en que circunstancias. Solo que esta vez tal vez no estés para asistirme.

Si bien es cierto aseguran los entendidos que los registros mas antiguos que almacena la memoria de una persona datan de los cinco años de vida, puedo asegurarte que tengo el privilegio de guardar dentro mío el que voy a recordarte. Dentro de una cuna blanca me veo, no recuerdo mucho de mi entorno, solo sé que antes de dormir esperaba con ansiedad sacar de entre los barrotes mi pequeño brazo estirándolo hasta donde me era posible para alcanzar tu mano. Luego de segundos interminables tú me tomas vigorosamente, estoy a salvo al fin, gracias mamá.


Esta era la forma en que habitualmente dormía y era la manera en que transmitías la paz que yo necesitaba para sumergirme en los recuerdos del día, a ojos cerrados, rostro redondo sin huellas aún del poco tiempo vivido, pelusa rubia (según tú) cubriendo mi testa. Era enteramente tuyo y feliz.

En alguna ocasión desperté de madrugada sin tu mano y por ende a disposición de cuanta cosa fea me pudiera suceder. Por qué me soltaste ?, mas aún, por qué no sientes que estoy despierto y que preciso que tu rostro inerte descubra esos hermosos ojos que lo son todo para mí ?. Hey, despierta ! necesito de tu ayuda, la oscuridad alienta mis temores. No es suficiente verte mamá. Sonríe y haz de estos interminables minutos de desasosiego la paz infinita que necesito. Afortunadamente vendría luego el sueño (y sin necesidad de aquellos polvillos que papá solía echarme encogiendo los dedos en puño y estirándolos luego con dirección a mis ojos). Suerte la mía.


En alguna otra ocasión despertaba y encontraba la cuna con un manto que cual pared infranqueable interrumpía mi visión hacia tu cama. A quién se le ocurrió hacernos eso ? Es que no se dan cuenta que no podemos vernos?. Ocioso sería comentar que años mas tarde comprendería la naturaleza hormonal de tan, en su momento, incomprensible situación.


Y es que en los primeros años de mi vida la luz que irradiabas me proporcionó el calorcillo que necesitaba mi espíritu para ser inmensamente feliz, mas aún, soy un convencido de que los cuidados con los que forjaste mis primeros pasos fueron impulso perpetuo para lidiar con las ingratitudes y desventuras con las que me trata la vida. Gracias eternas mamá. Te amo.

domingo, 17 de agosto de 2008

Pataletas y chanchitos.


Sería injusto conmigo mismo si no te dedicara una entrada más. Y es que el paso de los años agudiza mi memoria remota trayendo recuerdos de mi más temprana niñez los mismos que afloran cual eventos recientes.


Recuerdo aquellas rabietas endemoniadas que sabías hacer cuando peleabas con tu hermana, puedo visualizar la escena: Tú tirado en el piso pataleando y golpeándolo todo, girando en círculos con los ojos cerrados, apoyado en los hombros e impulsándote con los pies,un gesto de dolor, una gran frustación, simultáneamente gritabas mientras que yo pensaba aterrorizado que esta breve posesión solo podía deberse a que algunas veces en tu casa, en la segunda planta y cual aguzados pieles rojas, oreja al piso, escuchábamos extraños sonidos que estábamos convencidos provenían del mismísimo infierno. Quizás lo hacías con mas frecuencia que yo, quizás tu deteriorada visión desarrolló en tí cierta sensibilidad para establecer este tipo de contactos, quizás simplemente tu temeridad y audacia de la cual yo era fiel adepto te hicieron desafiar lo desconocido con las tremendas consecuencias descritas líneas arriba. No lo sé, pero si de algo estoy seguro es que asustabas a grandes y a chicos pues el histrionismo de la escena era tal que preferíamos dejar de verte algunas horas luego de la convulsión antes de reiniciar juegos ignorando en tácito acuerdo lo sucedido momentos atrás.


Afortunadamente, tuvimos más anécdotas alegres que atemorizantes, luego de alguna novela que seguían nuestras madres, reproducíamos las escenas mas violentas, tú en monopatín, yo en chachicar, simulando choques con consecuencias fatales. En algún otro momento buscábamos en las tierras húmedas del jardín de tu casa a inofensivas cochinillas de humedad, coloquialmente llamadas "chanchitos", desafortunados seres que por falta de agresividad para pelear entre ellos terminaban siendo torpemente seccionados por nosotros en afán de saciar nuestro espíritu investigador y en merecido castigo por su falta de esfuerzo en satisfacer nuestro apetito de pelea.


Una de las anécdotas que más recuerdo por su recurrencia es aquella en la que, por competencias propias de la edad, terminábamos peleando, tu me arañabas y yo te mordía por lo cual la frase "andan como perro y gato" bien podría haber tenido su origen en tu casa y luego de escuchar la sentencia de la abuela que, debo reconocer con hidalguía, saldría luego a mi favor.

Esta tendencia de la abuela a darme la razón en todo (tanto cuando la tenía como cuando no), me otorgaba ciertos privilegios con respecto al resto de primos que frecuentábamos su casa pues por lo general, hasta para encender la televisión, había que convencerme a mí primero de manera que yo, previa mirada enternecedora, convenciera a la firme abuelita de que el permiso era justo y necesario, lo que terminaba casi siempre en un festín unipersonal de chocolates "juguete", chocomel ó pelotitas rojas o blancas de Arequipa (cada una contenía un maní), desprendimiento a desgano dado por los primos para hacer posible algunas series en blanco y negro como "Villa Juguete", "Perdidos en el espacio", "Tarzán" o "Ultramán" en el televisor moderno en blanco y negro de marca "Andrea" y botones laterales blancos y largos.









miércoles, 13 de agosto de 2008

Y ahora... a que jugamos ?


Era nuestra gran preocupación, tal vez la única que teníamos en esa época.

Desde que llegabas a mi casa buscábamos que hacer, por lo general terminábamos sacando los cojines de los sillones verdes de la sala , luchábamos contra ellos con una dosis de fiereza inusitada y narrando a viva voz la escena que imaginábamos en nuestra lid. Aquel sexteto de cuadrados verdes y algo deformes que inertes nos provocaban siempre eran blanco de nuestros poderosos puños hasta que, sudorosos y cansados por la pelea, decidíamos que era mejor cambiar de juego.


Las pistolas! Eso es. Las pistolas eran un buen reemplazo y además nos otorgaban la posibilidad de pertenecer a bandos contrarios y competir. Siempre te quejabas de que yo tomaba la única pistola y, a falta de otra, cedía generosamente para tí el motor de plástico de una motocicleta vieja de juguete que, con algo de imaginación, podría asemejarse a un arma similar o al menos algo parecida a la que yo portaba.


Debo confesar que mis disparos fueron siempre inofensivos. Mi inocuo y onomatopéyico "peñau" con el que te disparaba y a la vez simulaba el eco que generaba el disparo era repelido por tu desagradable "tf tf" con el que ensalivabas mi rostro hiriendo mi ego y dejándome un olorcillo que me hacía reflexionar acerca de lo inconveniente de jugar inmediatamente luego de almorzar.


Luego de aburrirnos nuevamente, optábamos por bajar al patio del edificio a jugar con alguna pelota una suerte de pasatiempo al que llamábamos "lujos" consistente en hacer cabriolas con el balón, unas cinco o seis y pasarla al contrincante. Nunca fuiste bueno con la pelota, recuerdo que te costaba mantenerla dando botes lo cual terminaba por aburrirme e intentar una excusa que te otorgara el pasaporte que, sospecho esperabas, a un nuevo juego y la posibilidad por extensión de dejar de hacer tan mayúsculo esfuerzo con tan pobres resultados.


Así y por el estilo pasamos nuestros días, astronautas en tu casa, luchadores en la mía, contrincantes de mil batallas la mayoría de las cuales salías vencedor pues eras mayor y además un tanto picón. No recuerdo bien en que momento crecimos y dejamos de vernos . Lo cierto es que te extraño y me gustaría enfrentarte nuevamente, esta vez yo con el motor de la vieja motocicleta y tú con el arma que elijas . Prometo esquivar tus poderosos y fétidos disparos con tal de disfrutar aunque sea unos momentos de tu grata y añorada compañía.





domingo, 10 de agosto de 2008

Mi papá fué amigo de Hércules.


No lo dudes. De seguro compartían proezas. Sospecho además que él, mi padre, sacó de aprietos en mas de una ocasión al populachoso, fortachón y sobrevendido héroe.

Tendría yo 6 años cuando papá me hizo esa confidencia. Y le creí. Tanto como lo hago ahora, 34 años después. Cómo no hacerlo si me confió tamaño secreto. En la calma de los pocos dìas sosegados y cuando no había causa justa por la cual batallar le llamaba cariñosamente "Herculito".

Tan convencido estaba en aquella época que compartí el secreto con algunos familiares y amigos de mi generación . Fuí infidente . No podía quedarme con la noticia para mí solo.

Recibí a cambio algunas burlas y risas. Infames e incrédulos imberbes. Te aseguro que me envidiaban . Después de todo, no todos los papás conocían a un héroe. Más aún, de conocerlo, no podrían tratarlo con tal familiaridad.

Gracias viejo por confiarme tu secreto, mira que hasta hoy guardo en mi tantas veces ingrata memoria, el orgullo que me hiciste sentir.
Gracias sobre todo por darme la tranquilidad de saber que no andabas solo por el mundo luchando con tanto villano y que regresarías a casa como siempre... a la hora acostumbrada.

Yo puedo hacer...




Yo puedo hacer,
que las violetas abran hoy como a las diez,
que la luciérnaga no apague hasta que pase el tren,
y que septiembre en adelante caiga ocho todo el mes.

Yo puedo hacer,
que los deshielos de mi alma no te mojen,
que las provincias de tu cuerpo se rindan a mis versos,
y el arco iris te sorprenda en blanco y negro.

Yo puedo hacer,

que tu camino sea igualito al mío,
que tus tristezas sean mis tristezas,
yo puedo hacer...
que el cielo se traslade hasta tu puerta.

Yo puedo hacer,

de cada día tuyo, un siglo mío,
de cada sueño tuyo, un sueño mío,
yo puedo hacer...
que veas amanecer con un suspiro.

Yo puedo hacer,

a los costados de tu cuerpo mi remanso,
y en los balcones de tu pecho mi cabaña,
y en el invierno de los pozos de tu río beber agua.


Yo puedo hacer,

... que las violetas abran hoy como a las diez



Inspirada pero insuficiente letra de Ricardo Montaner para describir todo lo que puedo hacer cuando estoy a tu lado.