martes, 19 de agosto de 2008

No me sueltes nunca.


Traté de elaborar este blog autobiográfico en estricto orden cronológico pero siento que debo regresar al primer recuerdo que guardo en mi memoria. Y es que no sería correcto dejar de registrar en esta autoencomendada y agradable recopilación de anécdotas aquella que marcó mis primeros años de vida, remembranza que muy probablemente evoque nuevamente al momento de partir, sabe Dios adonde y en que circunstancias. Solo que esta vez tal vez no estés para asistirme.

Si bien es cierto aseguran los entendidos que los registros mas antiguos que almacena la memoria de una persona datan de los cinco años de vida, puedo asegurarte que tengo el privilegio de guardar dentro mío el que voy a recordarte. Dentro de una cuna blanca me veo, no recuerdo mucho de mi entorno, solo sé que antes de dormir esperaba con ansiedad sacar de entre los barrotes mi pequeño brazo estirándolo hasta donde me era posible para alcanzar tu mano. Luego de segundos interminables tú me tomas vigorosamente, estoy a salvo al fin, gracias mamá.


Esta era la forma en que habitualmente dormía y era la manera en que transmitías la paz que yo necesitaba para sumergirme en los recuerdos del día, a ojos cerrados, rostro redondo sin huellas aún del poco tiempo vivido, pelusa rubia (según tú) cubriendo mi testa. Era enteramente tuyo y feliz.

En alguna ocasión desperté de madrugada sin tu mano y por ende a disposición de cuanta cosa fea me pudiera suceder. Por qué me soltaste ?, mas aún, por qué no sientes que estoy despierto y que preciso que tu rostro inerte descubra esos hermosos ojos que lo son todo para mí ?. Hey, despierta ! necesito de tu ayuda, la oscuridad alienta mis temores. No es suficiente verte mamá. Sonríe y haz de estos interminables minutos de desasosiego la paz infinita que necesito. Afortunadamente vendría luego el sueño (y sin necesidad de aquellos polvillos que papá solía echarme encogiendo los dedos en puño y estirándolos luego con dirección a mis ojos). Suerte la mía.


En alguna otra ocasión despertaba y encontraba la cuna con un manto que cual pared infranqueable interrumpía mi visión hacia tu cama. A quién se le ocurrió hacernos eso ? Es que no se dan cuenta que no podemos vernos?. Ocioso sería comentar que años mas tarde comprendería la naturaleza hormonal de tan, en su momento, incomprensible situación.


Y es que en los primeros años de mi vida la luz que irradiabas me proporcionó el calorcillo que necesitaba mi espíritu para ser inmensamente feliz, mas aún, soy un convencido de que los cuidados con los que forjaste mis primeros pasos fueron impulso perpetuo para lidiar con las ingratitudes y desventuras con las que me trata la vida. Gracias eternas mamá. Te amo.

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